lunes, 14 de septiembre de 2015

Investigación y Desarrollo de las moléculas y formulaciones plaguicidas

1. El mercado global de agroquímicos

El mercado de los agroquímicos se compone de productos químicos tanto para la protección de cultivos como otros usos y equivale a aproximadamente USD 44 billones. El mercado ha crecido a una tasa anual del 7% entre 2006 y 2009. El mercado de la protección de cultivos tiene un valor de USD 38 billones.  El mercado de la protección de cultivos se compone de herbicidas, fungicidas e insecticidas. Todos estos productos químicos se utilizan para aumentar los rendimientos de los cultivos mediante la lucha contra las malas hierbas, plagas de hongos e insectos, respectivamente. Los herbicidas representaron el 46% del mercado, mientras que las acciones de los insecticidas y fungicidas fueron de 25% respectivamente en 2009 (Figura 1). En términos de patrón de consumo de los cultivos, las frutas y verduras demandaron la mayor cuota del mercado, seguido de los cereales, maíz, algodón, soya frijol y arroz (Figura 2). Estos seis cultivos juntos cubren el 80% del mercado mundial de la protección de cultivos. El mercado de la protección de cultivos se distribuye geográficamente en Europa con el 30%, América del Norte 21%, América Latina 20% y Asia 25% del mercado. 




jueves, 3 de septiembre de 2015

Química y Física de los plaguicidas

1. Introducción

 Para entender cómo se comporta un plaguicida en el ambiente se necesita conocer cierta información sobre las propiedades físico-químicas de la molécula y su mecanismo de transporte, así como las características medio ambientales y la geografía del lugar en el que se le encuentra.
 Con la gran complejidad y cantidad de datos requeridos, los científicos no siempre pueden predecir exactamente lo que ocurrirá con una partícula de plaguicida cuando ésta ha entrado en el ambiente. A este problema, se suma el hecho de que los datos de las investigaciones son obtenidos bajo condiciones controladas de laboratorio y con cantidades conocidas de plaguicida, lo cual no ocurre en la naturaleza.

 A pesar de lo complejo del problema, los científicos han logrado determinar ciertas características físico-químicas cuantificables para los plaguicidas, como es la solubilidad, presión de vapor, Constante de la Ley de Henry, el Coeficiente de Carbono orgánico (Koc) y el Coeficiente de Partición Octanol-Agua (Kow). Con esta información pueden predecir el lugar donde pudiera encontrarse un plaguicida en altas concentraciones.


 Por otra parte, la molécula de plaguicida no permanece intacta por tiempo indefinido en el medio ambiente, ya que con el tiempo sufre una degradación influenciada por microorganismos, actividad química, pH, clima, y contenido de materia orgánica del suelo, entre otros.

2. Características físico químicas de los plaguicidas
2.1. Volatilización
 La volatilidad representa la tendencia del plaguicida a pasar a la fase gaseosa. Todas las sustancias orgánicas son volátiles en algún grado dependiendo de su presión de vapor, del estado físico en que se encuentren y de la temperatura ambiente. La volatilidad se mide a partir de la constante de Henry que depende de la presión de vapor en estado líquido y de la solubilidad en agua.

2.2. Presión de Vapor

Es una medida de volatilidad de una sustancia química (plaguicida) en estado puro y es un determinante importante de la velocidad de volatilización al aire desde suelos o cuerpos de agua superficiales contaminados. La presión de vapor varía; se incrementa la presión cuando se incrementa la temperatura y disminuye cuando disminuye la temperatura.

La presión de vapor se expresa usando una variedad de unidades, incluyendo los pascales (Pa), milímetros de mercurio (mm Hg equivalente a Torr), libras por pulgada cuadrada (lb/pulg 2) y atmósferas (atm).

Un plaguicida con presión de vapor mayor a 1x10-3 mm Hg son muy volátiles, por lo tanto, tienen gran movilidad y se dispersan hacia la atmósfera; existen substancies ligeramente volátiles, menos móviles, con presiones entre 1x10-4 a 1x10-6 mm de Hg, y las no volátiles, que son más persistentes en suelo, con presión de vapor menor de 1x10-8 mm de Hg (Cuadro 1).

Cuadro 1. Presión de vapor de un plaguicida

Por ejemplo, los herbicidas, tienen presiones de vapor muy bajas; las clorotriazinas, del grupo de las triazinas (probablemente los herbicidas más utilizados) tienen presiones de vapor menores de 1x10-7 mm de Hg. Este grupo es de mayor persistencia y menor volatilidad que las metoxitriazinas, con presiones de vapor igual o mayores a 1x10-7 mm de Hg.

2.2. Constante de la Ley de Henry (H)

Describe la tendencia de un plaguicida a volatilizarse del agua o suelo húmedo. El valor se calcula usando la presión de vapor, solubilidad en agua y peso molecular de un plaguicida.
Cuando el plaguicida tiene una alta solubilidad en agua con relación a su presión de vapor, el plaguicida se disolverá principalmente en agua (Cuadro 2).

Un valor alto de la Ley de Henry, indica que un plaguicida tiene un potencial elevado para volatilizarse del suelo húmedo; un valor bajo predice un mayor potencial de lixiviación del plaguicida (Cuadro 2).

Cuadro 2. Constante de la Ley de Henry.


2.3. Persistencia

Se define como la capacidad de cualquier plaguicida para retener sus características físicas, químicas y funcionales en el medio en el cual es transportado o distribuido, durante un período limitado después de su emisión. Los plaguicidas que persisten más tiempo en el ambiente, tienen mayor probabilidad de interactuar con los diversos elementos que conforman los ecosistemas (Cuadro 3).

Si su vida media y su persistencia es mayor a la frecuencia con la que se aplican, los plaguicidas tienden a acumularse tanto en los suelos como en la biota y con el tiempo, la mayoría de los plaguicidas sufren una degradación como resultado de reacciones químicas y microbiológicas en suelo o agua.

Cuadro 3. Clasificación de los plaguicidas de acuerdo a su persistencia


2.4. Vida media

La vida media está definida como el tiempo (en días, semanas o años) requerido para que la mitad del plaguicida presente después de una aplicación se descomponga en productos de degradación. La descomposición depende de varios factores incluidos la temperatura, el pH del suelo, los microorganismos presentes en el suelo, clima, exposición del plaguicida a la luz, agua y oxígeno.
Es importante señalar que muchas sustancias resultantes de la descomposición de un plaguicida pueden ser también tóxicas y tener vidas medias significativas. Existen diferentes tipos de clasificar a la vida media de un plaguicida, como son:

Vida media en suelo: Es el tiempo requerido para que un plaguicida se degrade en el suelo. La vida media está determinada por el tipo de organismos presentes en el suelo, el tipo de suelo (arena, arcilla, limo), pH y temperatura, entre otros (3). El Departamento de Regulación de Plaguicidas en California, E.U., determinó que un plaguicida que tiene una vida media mayor a 9 días en un suelo aeróbico puede tener potencial para contaminar aguas subterránea.

Vida media por Fotólisis: Es el tiempo requerido para que la mitad de un plaguicida aplicado expuesto a la luz del sol se degrade.

Vida media por Hidrólisis: Es el tiempo requerido para que la mitad de un plaguicida aplicado se degrade por la acción del agua. El Departamento de Regulación de Plaguicidas en California, E.U., determinó que un plaguicida con una hidrólisis mayor de 14 días tiene potencial para contaminar agua subterránea.

2.5. Solubilidad en Agua

La solubilidad en agua de un plaguicida es una medida que determina la máxima concentración de un plaguicida a disolverse en un litro de agua y por lo general tiene un rango de 1 a 100,000 mg/L. Las unidades de concentración son: mg por litro (mg/L), que es aproximadamente igual a una parte por millón (ppm) o un microgramo por litro (μg/L), que es aproximadamente igual a una parte por billón (ppb).
ppm = parte por millón = 1 mg/L
ppb = parte por billón = 1 μg/L

Es importante mencionar que la mayoría de los valores reportados fueron determinados en experimentos de laboratorio a temperaturas de 20 a 25 °C.

Los plaguicidas muy solubles en agua se adsorben con baja afinidad a los suelos y por lo tanto, son fácilmente transportados del lugar de la aplicación por una fuerte lluvia, riego o escurrimiento, hasta los cuerpos de agua superficial y/o subterránea (Cuadro 4).

Cuadro 4.- Solubilidad de un plaguicida en agua


Las substancias con solubilidad acuosa mayor a 500 ppm son muy móviles en los suelos y en los otros elementos del ecosistema; su mayor concentración se encuentra en los ecosistemas acuáticos. Por otro lado, las substancias con una solubilidad acuosa mayor de 25 ppm no son persistentes en los organismos vivos, en tanto que aquellas con una solubilidad acuosa menor a 25 ppm tienden a inmovilizarse en los suelos y a concentrase en los organismos vivos. En general, los plaguicidas organofosforados tienen una solución acuosa mayor a los 25 ppm en tanto que los plaguicidas organoclorados tienen una solubilidad menor a los 25 ppm.

El departamento de Regulación de Plaguicidas en California, E.U. determinó que los plaguicidas con una solubilidad mayor a 3 mg/L tiene potencial para contaminar agua subterránea. Sin embargo en E.U., plaguicidas con solubilidad en agua menor de 3 mg/L se han encontrado en agua subterránea, lo cual indica que el parámetro antes mencionado no es una garantía.

2.6. Coeficiente de Adsorción de carbono orgánico (Koc)

También se le conoce como Coeficiente de adsorción suelo/agua o el Coeficiente de adsorción. Es una medida de la tendencia de un compuesto orgánico a ser adsorbido (retenido) por los suelos o sedimentos.

El Koc es específico para cada plaguicida y es independiente de las propiedades del suelo. Los valores del Koc van de 1 a 10,000,000.

Un Koc elevado indica que el plaguicida orgánico se fija con firmeza en la materia orgánica del suelo, por lo que poca cantidad del compuesto se mueve a las aguas superficiales o a los acuíferos (cuadro 5).

Cuadro 5.- Rangos del Koc (ml/g carbono orgánico).


2.7. Coeficiente de Partición Octanol/Agua (Kow)

El coeficiente de partición Octanol-agua, Kow, es una medida de cómo una sustancia química puede distribuirse entre dos solventes inmiscibles, agua (es un solvente polar) y octanol (es un solvente relativamente no polar, que representa a las grasas). El Kow proporciona un valor de la polaridad de un plaguicida, que es frecuentemente utilizado en modelos para determinar como un plaguicida puede distribuirse en tejido de grasa animal.

Los plaguicidas con una vida media y un Kow altos pueden acumularse en tejido graso y bioacumularse a lo largo de la cadena alimenticia (Cuadro 6).

Cuadro 6.- Rangos de Kow de un plaguicida.


2.8. Potencial de contaminación de agua subterránea

Las propiedades anteriormente descritas son de gran utilidad para los investigadores ya que permiten estimar el potencial de afectación de los plaguicidas si entran en contacto con el agua. La Agencia de Protección Ambiental (EPA), de los Estados Unidos, realizó estudios de laboratorio durante 10 años, asociando ciertas propiedades de los plaguicidas con la lixiviación; en el cuadro 7 se muestran los valores de potencial de contaminación de agua subterránea.

Cuadro 7. Valores que indican el potencial de los plaguicidas para contaminar agua subterránea.


3.  Mecanismos de transporte ambiental de los plaguicidas

Es la forma en que se mueven los plaguicidas en el medio ambiente, desde la fuente emisora del plaguicida hasta los puntos donde existe exposición para el ser humano o biota.
El transporte ambiental involucra los movimientos de gases, líquidos y partículas sólidas dentro de un medio determinado y a través de las interfaces entre el aire, el agua, sedimento, suelo, plantas y animales (Figura 1).

Figura 1. Posibles mecanismos de transporte y transformación de plaguicidas en el ambiente.

3.1. Difusión

Es el movimiento de moléculas debido a un gradiente de concentración. Este movimiento es al azar pero trae como consecuencia el flujo de materiales desde las zonas más concentradas a las menos concentradas. Para medir la difusión de un compuesto en el suelo hay que considerar la interacción conjunta de parámetros tales como la porosidad, los procesos de adsorción, la naturaleza del compuesto, etc.

Lixiviación. Es el parámetro más importante de evaluación del movimiento de una sustancia en el suelo. Está ligado a la dinámica del agua, a la estructura del suelo y a factores propios del plaguicida. Los compuestos aplicados al suelo tienden a desplazarse con el agua y lixiviar a través del perfil, alcanzando las capas más profundas y el acuífero, que en consecuencia resulta contaminado.

Evaporación. La tasa de pérdida de un plaguicida por volatilización depende de su presión de vapor, de la temperatura, de su volatilidad intrínseca y de la velocidad de difusión hacia la superficie de evaporación.

4. Influencia de las características del sitio en el transporte de plaguicidas

Las características físicas y las condiciones climáticas del sitio de estudio contribuyen al transporte de los contaminantes. Por consiguiente, es necesaria la información acerca de la topografía, tipos de suelo y ubicación, tipo de cubierta del suelo, precipitación anual, condiciones de temperatura, entre otros, para poder estimar hacia donde pudiera desplazarse el plaguicida aplicado.

4. Clasificación de la toxicidad de los plaguicidas

Por mucho tiempo se ha intentado desarrollar un sistema práctico para evaluar la toxicidad aguda y crónica de las sustancias químicas, incluyendo a los plaguicidas. El método más comúnmente empleado y avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para medir la toxicidad es la Dosis Letal 50, DL50, que se define como la cantidad mínima de una sustancia, generalmente expresada en mg/kg, que es capaz de matar al 50% de una población de animales de prueba. Los resultados de DL50 obtenidos para una sustancia dada se extrapolan a los humanos y sirven de base para los sistemas de clasificación de la toxicidad.

En el catálogo de plaguicidas de la CICOPLAFEST se adopta la clasificación de la toxicidad recomendada por la OMS, con base en la DL50 obtenida en ratas cuando el plaguicida se administra por vía oral en forma aguda. La clasificación según estos criterios se anota en el siguiente cuadro (Cuadro 8).

Cuadro 8. Valores que indican la categoría toxicológica.

5. Conclusiones

Las propiedades de algunas sustancias químicas, tales como los plaguicidas, implican cierto nivel de riesgo tanto al medio ambiente como a la salud humana. Debido a esto, es necesario contar con un mejor conocimiento de los plaguicidas, con la finalidad de prevenir y minimizar los riesgos asociados a un uso indiscriminado de estos.

En México, debido a la gran diversidad de climas, suelos, orografía, biota y tipo de tecnología aplicada en la agricultura, se deben tomar los valores del cuadro 7 como una base o referencia, y no como una regla, debido a que son datos tomados en laboratorio bajo condiciones controladas, lo cual no ocurre en la naturaleza.

Sería importante realizar investigaciones a nivel de laboratorio y campo con las condiciones ambientales que prevalecen en México, a fin de entender los parámetros ambientales e identificar de forma más precisa el transporte y comportamiento de los plaguicidas en el ambiente a lo largo de su ciclo de vida. Esto proporcionaría la mínima información requerida para: prevenir el desarrollo de resistencia de las plagas, la intoxicación de insectos, animales y plantas benéficos para el hombre y evitar la bioacumulación a lo largo de las cadenas tróficas y la contaminación de suelo, aire y agua.

martes, 1 de septiembre de 2015

Los costos ambientales y económicos de la Aplicación de Plaguicidas principalmente en los Estados Unidos



1. Introducción

A nivel mundial, alrededor de 3 mil millones de kg de plaguicidas se aplican cada año con un precio de compra de casi $ 40 mil millones anuales (PAN-Europe 2003). En los EE.UU., aproximadamente 500 millones de kilos de más de 600 tipos diferentes de plaguicidas se aplican anualmente a un costo de $10 mil millones (Pimentel y Greiner 1997). A pesar de la amplia aplicación de plaguicidas en los Estados Unidos en las dosis recomendadas, las plagas (insectos, patógenos de plantas y malezas) destruyen el 37% de todos los cultivos potenciales (Pimentel 1997). Los insectos destruyen el 13%, 12%  los patógenos de planta y las malezas el 12%. En general, cada dólar invertido en el control con plaguicidas regresa alrededor de $4 en cultivos protegidos (Pimentel 1997).

Aunque los plaguicidas son generalmente rentables en la agricultura, su uso no siempre disminuye las pérdidas de cultivos. A pesar del incremento en más de 10 veces en el uso de insecticidas (organoclorados, organofosforados y carbamatos) en los Estados Unidos desde 1945 hasta el 2000, las pérdidas totales de los cultivos de daños por insectos casi se han duplicado del 7 al 13% (Pimentel et al. 1991). Este aumento de las pérdidas de cultivos por los insectos es, en parte, causado por cambios en las prácticas agrícolas. Por ejemplo, la sustitución de rotaciones de maíz a los cultivos con la producción continua de maíz en más de la mitad de la superficie cultivada de maíz ha dado lugar a un incremento de las pérdidas de maíz por los insectos de aproximadamente 3.5 a 12% a pesar de un aumento de más de 1000 veces en el uso de insecticidas (organofosforados) en la producción de maíz (Pimentel et al., 1991). Hoy en día el maíz es el mayor usuario de insecticidas de cualquier cultivo en los Estados Unidos.

La mayoría de los beneficios de los plaguicidas  se basan en los rendimientos directos de los cultivos. Estas evaluaciones no incluyen los costos ambientales y económicos indirectos asociados con la aplicación recomendada de plaguicidas. Para facilitar el desarrollo e implementación de una política científica sólida del uso de plaguicidas, estos costos ambientales y económicos deben ser examinados. Desde hace algún tiempo, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos señaló la necesidad de una investigación de este tipo de costo / beneficio  y el riesgo (EPA 1977). Hasta ahora, sólo unos pocos artículos científicos sobre este tema complejo y difícil se han publicado.


2. Efectos en la Salud Pública
 

2.1. Intoxicaciones agudas


Las intoxicaciones por plaguicidas y enfermedades en humanos son claramente el precio más alto pagado por todo el uso de plaguicidas. Aunque la EPA (1992) estima que 300 mil intoxicaciones por plaguicidas se producen al año, el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo establece que el número total de intoxicaciones por plaguicidas en los Estados Unidos es de entre 10 000 y 20 000 por año (NIOSH 2012). A nivel mundial, la aplicación de 3 millones de toneladas métricas de plaguicidas resultó en más de 26 millones de casos de intoxicaciones por plaguicidas no mortales (Richter 2002). De todas las intoxicaciones por plaguicidas, cerca de 3 millones de casos son hospitalizados y hay aproximadamente 220 000 muertes y unos 750 000 enfermos crónicos cada año (Hart y Pimentel 2002).


2.2. Cáncer y otros efectos crónicos


Existe amplia evidencia sobre la amenaza de cáncer relacionada con el uso de plaguicidas. Los principales tipos de efectos crónicos de los plaguicidas incluyen efectos neurológicos, efectos respiratorios y reproductivos y cáncer. Existe alguna evidencia de que los plaguicidas pueden causar alteraciones sensoriales, así como efectos cognitivos como la pérdida de memoria, problemas de lenguaje, y el deterioro de aprendizaje (Hart y Pimentel 2002). La enfermedad, inducida por insecticidas organofosforados –poli neuropatía retardada (OPIDP)-, está bien documentada e incluye el daño neurológico irreversible. Además de los efectos neurológicos, los plaguicidas pueden tener efectos adversos en los sistemas respiratorios y reproductivos. Por ejemplo, 15% de un grupo de aplicadores de plaguicidas profesionales sufrió asma, sinusitis crónica, y/o bronquitis crónica (Weiner y Worth 1969). Los estudios también han vinculado plaguicidas con efectos reproductivos. Por ejemplo, se han encontrado algunos plaguicidas que pueden causar disfunción testicular o esterilidad (Colborn et al. 1997). El número de espermatozoides en los hombres en Europa y Estados Unidos, por ejemplo, se redujo en un 50% entre 1938 y 1990 (Carlsen et al. 1992).

Datos de Estados Unidos indican que el 18% de todos los insecticidas y el 90% de todos los fungicidas son cancerígenos (National Research Council et al. 1987). Varios estudios han demostrado que los riesgos de ciertos tipos de cáncer son más altas en algunas personas, como los trabajadores agrícolas y los aplicadores de plaguicidas, que a menudo están expuestos a los plaguicidas, consulte la Tabla 2.1 (Pimentel y Hart, 2001). Ciertos plaguicidas han demostrado inducir tumores en animales de laboratorio y hay algunas pruebas que sugieren que efectos similares ocurren en los seres humanos (Colborn et al. 1997).

La organización de Agricultores Unidos de América de California analizaron la incidencia de cáncer entre los trabajadores agrícolas latinos e informaron que al año, si todos en los EE.UU. tuviera una tasa similar de incidencia, habría 83 000 casos de cáncer asociados con plaguicidas en los EE.UU. (PAN—North America 2002). La incidencia de cáncer en la población de Estados Unidos debido a los plaguicidas varía de aproximadamente 10 000 a 15 000 casos anuales (Pimentel et al. 1997).

 

Tabla 2.1 Costos económicos anuales por las intoxicaciones por plaguicidas y otras enfermedades en humanos relacionadas con plaguicidas en los Estados Unidos.

Efectos para la salud humana derivados de los plaguicidas
Costos totales ($)
Costo de hospitalizados por intoxicaciones 5000 x 3 días a $2000 por día
30 000 000
Costo de intoxicaciones tratados ambulatorios 30 000 x $1000
30 000 000
Trabajos perdidos por intoxicaciones 5000 trabajadores x 5 días x $80
2 000 000
Cáncer por plaguicidas 10 000 x $100 000/caso
1 000 000 000
Costo de víctimas mortales 45 muertes accidentales x $3.7 millones
166 500 000
Total
1 228 500 000



Muchos plaguicidas son también estrogénicos -imitan o interactúan con la hormona estrógeno vinculándolos a un incremento en el cáncer de mama entre algunas mujeres. La tasa de cáncer de mama aumentó de 1 en 20 en 1960 a 1 en 8 en 1995 (Colborn et al. 1997). Como era de esperar, hubo un aumento significativo en el uso de plaguicidas durante ese período de tiempo. Los plaguicidas que interfieren con el sistema endocrino-hormonal del cuerpo también pueden tener efectos en la reproducción, en el sistema inmunológico, o efectos en el desarrollo (McCarthy 1993). Mientras que los plaguicidas de alteración endocrina pueden parecer menos peligrosos porque los efectos hormonales rara vez dan lugar a intoxicaciones agudas, sus efectos sobre la reproducción y el desarrollo pueden llegar a tener consecuencias a largo plazo (Colborn et al., 1997).

Los efectos negativos de los plaguicidas en la salud pueden ser mucho más significativos en los niños que en los adultos, por varias razones. En primer lugar, los niños tienen mayores tasas metabólicas que los adultos, y su capacidad para activar, desintoxicar y excretar los plaguicidas tóxicos se diferencia de los adultos. Además, los niños consumen más alimentos que los adultos y por lo tanto puede consumir más plaguicidas por unidad de peso que los adultos. Este problema es particularmente importante para los niños porque su cerebro es cinco veces más grande en proporción a su peso corporal que el cerebro de los adultos, por lo que la colinesterasa se vuelve aún más vital. En un estudio en California, el 40% de los niños que trabajaban en los campos agrícolas tenían niveles de colinesterasa en sangre inferior a lo normal, una fuerte indicación de la intoxicación por plaguicidas organofosforados y carbamatos (Repetto y Baliga 1996). Según la EPA, los fetos en que la madre se expone y niños pequeños menores de dos años de edad tienen 10 veces más riesgo de cáncer que los adultos y los niños de 3 a 15 años pueden tener al menos tres veces el riesgo de cáncer que los adultos (EE.UU. Hoy 2003).

Aunque nadie puede poner un valor monetario al precio de una vida humana, se han realizado  estimaciones de los "costos" económicos de intoxicaciones por plaguicidas (Tabla 2.1). Para nuestra evaluación, se utiliza el estándar de la EPA de $ 3 700 000 por la vida humana (Kaiser 2003). Las estimaciones disponibles indican que las intoxicaciones en humanos por plaguicidas y enfermedades relacionadas en los Estados Unidos cuesta alrededor de $ 1 000 millones al año (Pimentel y Greiner 1997).


2.3. Residuos de Plaguicidas en los Alimentos


La mayoría de los alimentos comprados en los supermercados tienen niveles detectables de residuos de plaguicidas. Por ejemplo, de varios miles de muestras de alimentos, la evaluación general en 8 frutas y 12 verduras  es que el 73% tiene residuos de plaguicidas (Baker et al. 2002). En cinco cultivos (manzanas, melocotones, peras, fresas y apio) residuos de plaguicidas fueron encontrados en el 90% de los cultivos. Un estudio realizado por Groth et al. (1999) detectaron 37 plaguicidas diferentes en las manzanas.

Hasta el 5% de los alimentos probados en 1997 contenía residuos de plaguicidas que estaban por encima de los niveles de tolerancia de la FDA. Estos alimentos se consumían a pesar de que violaron la tolerancia de Estados Unidos de residuos de plaguicidas en los alimentos porque se analizaron las muestras de alimentos después de que los alimentos se vendían en los supermercados (Pesticides Residues CommitteeUK 2004).


3. Intoxicaciones de Animales Domésticos y Productos Contaminados


Además de los problemas de plaguicidas que afectan a los humanos, varios miles de animales domésticos son envenenados accidentalmente por plaguicidas cada año, como los perros y gatos que representan el mayor número (Tabla 2.2). Por ejemplo, de los 250 mil casos de envenenamiento de animales, un gran porcentaje fueron intoxicaciones por plaguicidas (Pimentel y Pimentel 2008). Los envenenamientos de perros y gatos son comunes lo cual no es sorprendente, ya que los perros y los gatos suelen vagar libremente por la casa y la granja y por lo tanto tienen una mayor oportunidad de entrar en contacto con los plaguicidas que otros animales domésticos.

Las mejores estimaciones indican que alrededor del 20% del valor monetario total de la producción animal, o alrededor de $ 4.2 mil millones, se pierden por todas las enfermedades animales, incluidas las intoxicaciones por plaguicidas. El 0.5% de las enfermedades de animales y 0.04% de todas las muertes de los animales informadas a un laboratorio de diagnóstico veterinario, se debieron a la toxicosis de plaguicidas. Por lo tanto, $21.3 y $8.8 millones de dólares, respectivamente, se pierden por intoxicaciones de plaguicidas (Cuadro 2.2).

Esta estimación se considera baja porque se basa sólo en los envenenamientos reportados a los veterinarios. Muchas muertes de animales que se producen en el hogar y en las granjas no se diagnostican y no son declaradas. Además, muchos se atribuyen a otros factores distintos de los plaguicidas. Cuando se produce un envenenamiento de animales de granja y poco se puede hacer para el animal, el agricultor rara vez llama a un veterinario, espera a que el animal se recupere o lo destruye. Estos casos no suelen ser reportados.

Pérdidas económicas adicionales se producen cuando la carne, la leche y los huevos están contaminados con plaguicidas. En los Estados Unidos, todos los animales sacrificados para el consumo humano, si se envían de un estado a otro, y toda la carne y aves de corral importadas, deben ser inspeccionadas por el USDA. Esto es para asegurar que los productos cárnicos y avícolas sean saludables, debidamente etiquetados, y no presentan un peligro para la salud.


Tabla 2.2 Estimación de intoxicaciones por plaguicidas de animales domésticos en los Estados Unidos.





Residuos de plaguicidas se buscan en los animales y sus productos. Sin embargo, de más de 600 plaguicidas en uso, el Programa Nacional de Residuos (USDA, Office of Inspector General 2010) sólo busca unos 40 plaguicidas diferentes, que han sido determinados por la FDA, EPA, y el FSIS por ser de preocupación para la salud pública. Mientras que el programa de monitoreo registra el número y tipo de infracciones, puede haber poco costo para la industria animal, porque la carne y otros productos a veces son vendidos y consumidos por el público antes de que los resultados de las pruebas están disponibles. Por ejemplo, alrededor del 3% de los pollos con residuos de plaguicidas ilegales se venden en el mercado (National Research Council et al. 1987).

Además de los cadáveres de animales, la leche contaminada con plaguicidas no puede ser vendida y debe ser eliminada. En algunos casos, estas pérdidas son sustanciales. En Oahu, Hawaii en 1982, el 80% de la producción de leche, con valor de más de $ 8.5 millones de dólares, fue desechada por los funcionarios de salud pública, ya que había sido contaminada con el insecticida heptacloro (Baker et al. 2002). Este incidente tuvo efectos inmediatos y de largo plazo en toda la industria de la leche en la isla.





4. Destrucción de depredadores y parasitoides naturales beneficiosos


En los ecosistemas naturales y agrícolas, muchas especies, especialmente los depredadores y parasitoides, controlan o ayudan al control de poblaciones de artrópodos que se alimentan de plantas. De hecho, estas especies beneficiosas naturales hacen posible que los ecosistemas se mantengan "verdes".

Con los parasitoides y depredadores que mantienen en niveles bajos a las poblaciones de artrópodos que se alimentan de plantas, sólo una pequeña cantidad de biomasa vegetal es retirada por artrópodos cada temporada de cultivo (Hairston et al 1960; Pimentel 1988). Al igual que las poblaciones de plagas, los enemigos naturales beneficiosos y la biodiversidad en general (depredadores y parásitos) se ven afectados negativamente por plaguicidas (Pimentel et al. 1993a). Las siguientes plagas han alcanzado niveles de brotes en los cultivos de algodón y manzana después de que los enemigos naturales fueron destruidos por los plaguicidas:

·        Algodón -gusano bellotero, gusano cogollero, áfidos, araña roja, y medidores del algodón;

·        Manzana -ácaro rojo europeo, enrollador de la hoja con bandas rojas, escama de San José, escama armada, pulgón  rosa de la manzana, pulgón lanígero de la manzana, pulgón blanco de la manzana, araña de dos manchas, y ácaro café de la manzana (Pimentel et al., 1993a).

También se han producido brotes de plagas importantes en otros cultivos debido a la destrucción de los enemigos naturales. Además, los parasitoides y depredadores tienen comportamientos complejos de búsqueda y de ataque, las dosis sub-letales de insecticidas pueden alterar este comportamiento y de esta manera interrumpir controles biológicos efectivos (Pimentel et al. 1993a).

Los fungicidas también pueden contribuir a los brotes de plagas cuando reducen patógenos fúngicos que son naturalmente parásitos de muchos insectos. Por ejemplo, el uso de benomil reduce las poblaciones de hongos entomopatógenos, lo que resulta en aumento de la supervivencia de la oruga terciopelo de frijol y los medidores del repollo en la soya. Esto a la larga conduce a rendimientos reducidos de la soya (Pimentel et al. 1993a).

Cuando los brotes de plagas secundarias se producen debidos a que sus enemigos naturales son destruidos por los plaguicidas, tratamientos fitosanitarios adicionales y, a veces más caros tienen que hacerse en los esfuerzos para sostener los rendimientos de los cultivos. Esto eleva los costos generales y contribuye a los problemas relacionados con los plaguicidas. Un estimado de $520 000 000 se puede atribuir a los costos de aplicación de plaguicidas y el aumento de las pérdidas de cultivos, los cuales siguen después de la destrucción de los enemigos naturales por diversos plaguicidas aplicados a los cultivos (Tabla 2.3).

Los enemigos naturales son afectados negativamente por los plaguicidas en todo el mundo. Aunque no hay una estimación fiable disponible sobre el impacto de esto en términos de un mayor uso de plaguicidas y / o rendimiento de las cosechas reducidas, entomólogos a menudo observan un impacto severo debido a la pérdida de los enemigos naturales donde los plaguicidas se utilizan en gran escala en muchas partes del mundo. Desde 1980 hasta 1985 el uso de insecticidas en la producción de arroz en Indonesia aumentó drásticamente (Oka 1991), lo que causó la destrucción de los enemigos naturales beneficiosos de la chicharrita café del arroz, cuyas poblaciones se incrementaron dramáticamente. El rendimiento de arroz disminuyó en la medida en que el arroz tenía que ser importado de Indonesia. El costo estimado de la pérdida de arroz en sólo un período de 2 años fue de $ 1.5 mil millones (Soejitno 1999).

Después de este incidente, el Dr. I.N. Oka, que había desarrollado previamente un programa exitoso de bajo uso de insecticida para las plagas del arroz en Indonesia, fue consultado por el personal del Presidente de Indonesia para determinar qué se debía hacer para corregir la situación. La sugerencia de Oka fue reducir sustancialmente el uso de insecticidas y volver a un programa de "tratar cuando sea necesario", programa que protegió a los enemigos naturales. Siguiendo el consejo de Oka, el presidente ordenó en 1986 que 57 de 64 plaguicidas fueran retirados de su uso en el arroz, y la implementación de prácticas de manejo de plagas más amigables con el ambiente. Los subsidios de plaguicidas también se redujeron a cero. Para 1991, las aplicaciones de plaguicidas se habían reducido en 65% y los rendimientos de arroz aumentaron en 12%.


Tabla 2.3 Pérdidas por la destrucción de los enemigos naturales benéficos en cultivos americanos (millones de dólares)

Cultivo
Gastos totales para el control de insectos con plaguicidasa
Costos adicionales para el control
Algodón
320
160
Tabaco
5
1
Papa
31
8
Cacahuate
18
2
Tomate
11
2
Cebolla
1
0.2
Manzana
43
11
Cereza
2
1
Durazno
12
2
Uva
3
1
Naranja
8
2
Toronja
5
1
Limón
1
0.2
Nuez
160
16
Otros
500
50
Total
1 120
257.4 (520)b

aPimentel et al. (1991)

b Debido a que los tratamientos fitosanitarios adicionales no proporcionan un control tan eficaz como los enemigos naturales, se estima que al menos un adicional de $ 260 millones en los cultivos se pierden por las plagas. Así, la pérdida total debido a la destrucción de los enemigos naturales se estima en al menos $ 520 millones al año.



El Dr. David Rosen (Universidad Hebrea de Jerusalén, PC, 1991) estima que los enemigos naturales representan hasta el 90% del control de especies de plagas en agroecosistemas. Estimó que al menos el 50% del control de especies de plagas se debe a los enemigos naturales. Los Plaguicidas proporcionan un control adicional, mientras que el 40% restante se debe a la resistencia de la planta hospedera en los agroecosistemas (Pimentel 1988).

Los parasitoides, depredadores y la resistencia de la planta huésped se estima que representan alrededor del 80% del control no químico de artrópodos plagas y patógenos de las plantas en los cultivos (Pimentel et al. 1991). Muchos controles culturales como la rotación de cultivos, el manejo del suelo y del agua, el manejo de los fertilizantes, la época de siembra, densidad de cultivo de plantas, cultivos trampa, y policultivos proporcionan el control de plagas adicional. En conjunto, estos controles no plaguicidas se pueden usar para reducir de manera importante el uso de plaguicidas en más de un 50% sin ninguna reducción en los rendimientos de los cultivos (Pimentel et al. 1993a).


5. Resistencia de las plagas a los plaguicidas 


Además de la destrucción de las poblaciones de enemigos naturales, el uso extensivo de plaguicidas se ha traducido a menudo en el desarrollo y evolución de la resistencia a los plaguicidas en plagas de insectos, patógenos de plantas y malezas. Un informe inicial por el Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP 1979) sugiere que la resistencia a los plaguicidas es uno de los 4 principales problemas ambientales del mundo. Aproximadamente 520 especies de insectos y ácaros, cerca de 150 especies de patógenos de plantas, y alrededor de 273 especies de malas hierbas son ahora resistentes a los plaguicidas (Stuart 1999).

El aumento de la resistencia a los plaguicidas en las poblaciones de plagas frecuentemente resulta en la necesidad de varias aplicaciones adicionales de los plaguicidas usados comúnmente para mantener rendimientos de los cultivos. Estas aplicaciones de plaguicidas adicionales agravan el problema de la resistencia mediante el aumento de la selección ambiental de las poblaciones de plagas para la resistencia. El problema de la resistencia de plaguicidas sigue aumentando a pesar de todos los esfuerzos y se está extendiendo a otras especies de plagas. A través del tiempo la resistencia extremadamente alta a plaguicida se desarrolló  en las poblaciones del gusano de la yema del tabaco en algodón en el noreste de México y la parte baja del Rio Grande de Texas (NAS 1975). Aproximadamente 285 000 hectáreas de algodón tuvieron que ser abandonadas, ya que los insecticidas usados fueron totalmente ineficaces debido a la resistencia extrema en el gusano de la yema. El impacto económico y social en estos agricultores texanos y mexicanos que dependían del algodón fue devastador. El estudio realizado por Carrasco-Tauber (1989) reportó una pérdida anual de $ 45- 120/ ha debido a la resistencia a los plaguicidas en el algodón de California. Un total de 4.2 millones de hectáreas de algodón se cosecharon en 1984; por lo tanto, suponiendo una pérdida de $ 82.50/ha, aproximadamente $348 millones de la cosecha de algodón de California se perdió debido a la resistencia a los plaguicidas. Dado que en 1984 en Estados Unidos se obtuvieron por la cosecha de algodón $3 600 millones (USBC 1990), la pérdida debido a la resistencia para ese año fue de aproximadamente 10%. Suponiendo una pérdida del 10% en otros cultivos principales que reciben tratamientos fitosanitarios pesados en los Estados Unidos, las pérdidas de cosechas debido a la resistencia a los plaguicidas se estima que es de alrededor de $1.5 mil millones/año.

Los esfuerzos para controlar las poblaciones resistentes de Heliothis spp. exige un costo en otros cultivos cuando poblaciones grandes, incontroladas de Heliothis y otras plagas se dispersan hacia otros cultivos. Además, las poblaciones del pulgón del algodón y de mosquita blanca se incrementan y se coinvierten en plagas secundarias en algodón debido a su resistencia a los plaguicidas y a la exposición de sus enemigos naturales a altas concentraciones de insecticidas (Pimentel et al. 1993a).

El costo externo total atribuido al desarrollo de resistencia a los plaguicidas se estima en un rango entre 10 y 25% de los costos actuales de tratamiento de plaguicidas (Harper y Zilberman 1990), o más de $ 1.5 mil millones cada año en los Estados Unidos. En otras palabras, al menos 10% de los plaguicidas utilizados en los EE.UU. se aplica sólo para combatir el aumento de la resistencia que se ha desarrollado en varias especies de plagas.

Aunque los costos de la resistencia a los plaguicidas son altos en los Estados Unidos, los costos en los países tropicales en desarrollo son significativamente mayores, porque los plaguicidas no sólo se utilizan para el control de plagas agrícolas, sino también es vital para el control de vectores de enfermedades de artrópodos. Uno de los mayores costos de la resistencia en los países tropicales se asocia con el control de la malaria. Para 1985, la incidencia de la malaria en la India después de la utilización temprana de plaguicidas disminuyó a cerca de 1.860.000 casos de un máximo de 70 millones de casos. Sin embargo, debido a que los mosquitos desarrollan resistencia a los plaguicidas, así como los parásitos de la malaria a las drogas, la incidencia de la malaria en India ahora oscila entre 1.5-2.0 millones de casos al año (Reid 2000; Kakkilaya 2012). Los problemas se producen no sólo en India, sino también en el resto de Asia, África y América del Sur. El número total de personas con riesgo de malaria en el mundo es de 3.3 mil millones (OMS 2011).


6. Envenenamiento de abejas y reducción de la polinización


Las abejas melíferas y las abejas silvestres son vitales para la polinización de frutas, verduras y otros cultivos. Las abejas son esenciales para la producción de alrededor de un tercio de los de los cultivos de Estados Unidos y el mundo. Se estima que sus beneficios para la agricultura de Estados Unidos son de $ 40 mil millones al año (Pimentel et al., 1997). Ya que la mayoría de los insecticidas utilizados en la agricultura son tóxicos para las abejas, los plaguicidas tienen un gran impacto tanto en las abejas melíferas como en las poblaciones de abejas silvestres. D.F. Mayer (Universidad del Estado de Washington, PC, 1990) estima que aproximadamente el 20% de todas las colonias de abejas se ven afectados negativamente por los plaguicidas. Se incluye los cerca de 5% de las colonias de abejas de Estados Unidos que mueren directamente o durante el invierno debido a la exposición a plaguicidas. Mayer calcula que la pérdida anual directa llega a $ 13 300 000 al año (Cuadro 2.4).

Otro 15% de las colonias de abejas están seriamente debilitadas por los plaguicidas o sufren  pérdidas cuando los apicultores tienen que mover las colonias para evitar daños por los plaguicidas. Según Mayer, la pérdida anual estimada por la muerte de abejas, reducción de la producción de miel, más los costos por el movimiento de las colonias asciende a unos US $ 25.3 millones. Además, como resultado del uso extensivo de plaguicidas en ciertos cultivos, los apicultores están excluidos de 4 a 6 millones de hectáreas para ubicación de las colmenas, que de otra manera serían adecuadas, de acuerdo con Mayer. Se estima que la pérdida anual en la producción potencial de la miel en estas regiones es de aproximadamente $ 27 millones (Cuadro 2.4).

Además de estas pérdidas directas causadas por el daño a las abejas y la producción de miel, muchos cultivos se pierden debido a la falta de polinización. En California, por ejemplo, aproximadamente 1 millón de colonias de abejas se alquilan anualmente en $ 55 por colonia para aumentar la polinización natural de almendras, alfalfa, melones y otras frutas y verduras (Burgett 2001). California produce casi la mitad de nuestros cultivos polinizados por abejas, el costo total para el alquiler de abejas en todo el país se estima en $ 40 millones por años. De este costo, se estima que al menos una décima parte o $4 000 000 de dólares se atribuye a los efectos de los plaguicidas (Cuadro 2.4). Las estimaciones de las pérdidas agrícolas anuales debido a la reducción en la polinización causada por los plaguicidas pueden ser tan altos como $ 4 000 millones al año (J. Lockwood, de la Universidad de Wyoming, PC, 1990). Para la mayoría de los cultivos, tanto el rendimiento y la calidad se ven reforzadas por la polinización efectiva. Varios investigadores han demostrado que, para diversas variedades de algodón, la polinización efectiva por las abejas resulta en aumentos en el rendimiento de 20 a 30%.

Tabla 2.4. Pérdidas estimadas de las abejas y la polinización



Mussen (1990) hace hincapié en que la mala polinización no sólo reduce los rendimientos de los cultivos, sino también se la calidad de algunos cultivos, como los melones y las frutas. En experimentos con melones, E.L. Atkins (Universidad de California en Davis, PC, 1990) informó que los rendimientos de melón con una polinización adecuada aumentó 10% y la calidad del melón se elevó 25%



7. Pérdidas de cultivos y sus productos


Básicamente, los plaguicidas se aplican para proteger los cultivos de las plagas con el fin de aumentar los rendimientos, pero a veces los cultivos son dañados por los tratamientos con plaguicidas. Este daño se produce cuando (1) las dosis recomendadas suprimen el crecimiento, desarrollo y rendimiento del cultivo; (2) la deriva de plaguicidas daña a los cultivos adyacentes; (3) los residuos de herbicidas evitan la germinación de cultivos sensibles; y (4) los excesos de residuos de plaguicidas se acumulan en los cultivos, lo que exige la destrucción del cultivo cosechado. Las pérdidas de cosechas se traducen en pérdidas económicas para los productores, distribuidores, mayoristas, transportistas, comerciantes, procesadores de alimentos, entre otros. Las Inversiones, así como los beneficios potenciales se pierden. Los costos de las pérdidas de cosechas aumentan cuando se agregan los costos relacionados con las investigaciones, la regulación, el seguro, y el litigio. En última instancia el consumidor paga por estas pérdidas en los precios de mercado más altos. Los datos sobre las pérdidas de cosechas debido a los plaguicidas son difíciles de calcular. Muchas pérdidas no son reportadas a las agencias estatales y federales debido a que las partes lo resuelven en privado (Pimentel et al. 1993a).

Los daños a los cultivos pueden ocurrir incluso cuando las  dosis recomendadas de herbicidas e insecticidas se aplican a los cultivos en condiciones ambientales normales. Se han reportado la disminución del crecimiento y rendimiento con dosis recomendadas de insecticidas en los cultivos de algodón y de la fresa (ICAITI 1977; Reddy et al 1987;. Trumbel et al., 1988). El aumento en la susceptibilidad de algunos cultivos a insectos y enfermedades después del uso normal de 2,4-D y otros herbicidas ha sido demostrada (Oka y Pimentel 1976; Pimentel 1994). Además, cuando el tiempo y/o las condiciones del suelo son inapropiados para la aplicación de plaguicidas, los tratamientos con herbicidas pueden causar reducciones de rendimiento que van desde 2 a 50% (Pimentel et al. 1993a).

Hay pérdidas de cultivos cuando los plaguicidas derivan desde los cultivos objetivo a cultivos no objetivo ubicados a varias millas a favor del viento (Barnes et al. 1987). Las derivas ocurren con la mayoría de los métodos de aplicación de plaguicidas, incluyendo equipo terrestre como aéreo; el problema potencial es mayor cuando los plaguicidas se aplican con aeronaves. Con aviones, del 50 a 75% del plaguicida que se aplica no alcanza la zona objetivo (Akesson y Yates 1984; Mazariegos 1985; Pimentel et al 1993a.). En contraste, 10 a 35% del plaguicida aplicado con equipos de aplicación terrestre no alcanza la zona objetivo (Hall 1991). Los problemas más graves de deriva son causados por "pulverizadores de velocidad" y el equipo de ultra bajo volumen (ULV), porque se aplican plaguicidas relativamente concentrados. El plaguicida concentrado tiene que romperse en pequeñas gotas para lograr una cobertura adecuada. Debido al problema de deriva, la mayoría de los aplicadores comerciales tienen un seguro que cuesta alrededor de $ 245 millones al año (Pimentel et al 1993a, Tabla 2.5.).

 Tabla 2.5. Estimación de pérdidas de cultivos y frutales por el uso de plaguicidas


Cuando los residuos de algunos herbicidas persisten en el suelo, los cultivos plantados en rotación a veces son afectados. Esto ha sucedido con rotaciones de maíz y soya. Cuando se usó el herbicida atrazina en el maíz, la cosecha de soya sembrada después fue seriamente dañada por los herbicidas que persistieron en el suelo.

Si el herbicida persiste en el suelo y evita que otro cultivo crezca, la erosión del suelo puede ser intensificado (Pimentel et al. 1993a) suponiendo que el suelo queda expuesto a los elementos.

Las pérdidas por plaguicidas promedian 0.1% de la producción anual estadounidense de maíz, soya, algodón y trigo, en conjunto estos cultivos representan alrededor del 90% de los herbicidas e insecticidas utilizados en la agricultura de Estados Unidos; esta pérdida de 0.1% fue valorada en $35.3 millones en 1987 (National Research Council et al. 1989). Suponiendo que sólo un tercio de los incidentes relacionados con las pérdidas de cosechas debido a los plaguicidas son reportados a las autoridades, el valor total de todos los cultivos perdidos a causa de los plaguicidas podría ser tan alto como tres veces esta cantidad o $ 106 millones al año.

Sin embargo, estos $ 106 millones no tienen en cuenta otras pérdidas en los cultivos, ni tampoco incluye los eventos más importantes, como las pérdidas a gran escala que se han producido en una temporada en Iowa ($ 25-30 millones), en Texas ($ 20 millones), y en la crisis aldicarb / sandía de California ($ 8 millones) (Pimentel et al. 1993a). Estas pérdidas recurrentes sólo representan un promedio de $ 30 millones al año, elevando el valor de pérdida de cosecha media estimada a partir de la utilización de plaguicidas por aproximadamente $ 136 millones cada año.

Pérdidas adicionales ocurren cuando los cultivos para alimentos exceden las tolerancias reguladoras de la FDA y la EPA para los niveles de residuos de plaguicidas y tienen que ser eliminados. Suponiendo que todos los vegetales y productos vegetales que exceden los límites de tolerancia de regulación de la FDA y la EPA (reportados como 1.5%) fueran eliminados como lo requiere la ley, entonces cerca de $ 1 mil millones en cultivos serían destruidos a causa de la contaminación por exceso de plaguicidas. Las Investigaciones especiales y pruebas de contaminación por plaguicidas se estima que cuestan al país más de $ 10 millones cada año (Pimentel et al. 1993a).


8. Contaminación de Suelos y Aguas Superficiales 


Ciertos plaguicidas aplicados en las dosis recomendadas para los cultivos eventualmente terminan en las aguas subterráneas y superficiales. Los tres plaguicidas más comunes que se encuentran en las aguas subterráneas son aldicarb, alaclor y atrazina (Trautmann et al. 2012). Se estima que casi la mitad de las aguas subterráneas y el agua de manantial en los Estados Unidos es o tiene el potencial de estar contaminada (Holmes et al 1988;. USGS 1996). La EPA (1990) reportaron que el 10% de los pozos comunitarios y 4% de los pozos domésticos rurales tienen niveles detectables de al menos un plaguicida de los 127 analizados en una encuesta nacional. Los costos estimados para evaluar y controlar residuos de plaguicidas en agua subterránea y de pozo cuesta $ 1 100 por pozo al año (USGS 1995). Con 16 millones de pozos en los EE.UU., el costo de la supervisión de todos los pozos costaría $ 17.7 mil millones al año (Stone y American Ground Water Trust 1998; Pimentel y Pimentel 2008). Dos de las principales preocupaciones sobre la contaminación de las aguas subterráneas con plaguicidas son que alrededor de la mitad de la población humana obtiene su agua de pozos y una vez que se contamina el agua subterránea, los residuos de plaguicidas permanecen durante largos períodos de tiempo. Pocos microorganismos están presentes en el agua subterránea que puedan degradar los plaguicidas y la tasa de recarga de aguas subterráneas es menos de 1% al año por lo que incluso la dilución del plaguicida contaminante será un proceso lento (CEQ y Barney 1980).

El monitoreo de plaguicidas en el agua subterránea es sólo una parte del costo total de la contaminación de las aguas subterráneas. Hay también el alto costo de la limpieza. Por ejemplo, en el Rocky Mountain Arsenal cerca de Denver, Colorado, la eliminación de plaguicidas de las aguas subterráneas y el suelo fue estimado en alrededor de $ 2 mil millones (Greene 1994). Si toda el agua subterránea contaminada con plaguicidas debiera descontaminarse de los plaguicidas antes del consumo humano, el costo sería de aproximadamente $ 500 millones anuales. El proceso de limpieza requiere un estudio del agua para dirigir el agua contaminada para la limpieza. Por lo tanto, además de los costos de monitoreo y limpieza, el costo total respecto del agua subterránea contaminada con plaguicidas se estima en alrededor de $ 2 mil millones al año. La cifra de 17.7 mil millones de dólares muestra lo imposible que sería esperar que el público pague por el agua de pozo sin plaguicidas o incluso para detectar la contaminación por plaguicidas (Pimentel y Pimentel 2008).


9. Las pérdidas de la pesca


Los plaguicidas son arrastrados hacia los ecosistemas acuáticos por escorrentía y la erosión del suelo. Alrededor del 13 ha/año de suelo se lava y/o es removido de las tierras de cultivos tratados con plaguicidas a lugares adyacentes, incluyendo ríos y lagos (Unnevehr et al 2003). Los plaguicidas también pueden desplazarse durante la aplicación y contaminar los sistemas acuáticos. Algunos plaguicidas solubles son fácilmente lixiviados a los arroyos y lagos. Gilliom et al. (2007) analizaron la presencia de plaguicidas en corrientes de agua  de 1992 a 2001, encontraron que uno o más plaguicidas o sus productos de degradación estaban presentes en más del 90% de las muestras en los arroyos en áreas agrícolas, áreas urbanas y terrenos mixtos y en el 65% de las muestras de agua de escorrentías de áreas sin cultivar. Al menos un pesticida se detectó en muestras de agua en 33% de los principales acuíferos ubicados en zonas mixtas de uso del suelo (Gilliom et al. 2007). Se detectaron plaguicidas organoclorados (la mayoría de los cuales están prohibidos para su uso en los Estados Unidos) en el tejido de más del 90% de los peces muestreados de los arroyos en áreas agrícolas, áreas urbanas y las áreas de uso de suelo mixtos y en el 57% de los peces muestreados de los arroyos en áreas no desarrolladas (Gilliom et al., 2007).